La pérdida de encía en alguno de los dientes inferiores, en niños, es algo que llega a preocupar enorme y lógicamente a los padres. Para empezar, el hecho de que un incisivo inferior tenga menos encía y se vea más largo, aunque llegue a verse parte de la raíz, no significa necesariamente que exista una enfermedad grave y/o que pueda perderse el diente. Nos complace poder tranquilizar a estos padres, explicando aquí la causa y las soluciones.
Cuando salen los dientes definitivos, rara vez lo hacen ordenadamente. Suele existir cierto caos: dientes de leche moviéndose y algún diente definitivo emergiendo, peleando por el espacio, torciéndose y dando la impresión de desastre total. El problema de base es el espacio, puesto que los dientes salen con su tamaño original, mientras que el hueso y la encía todavía son pequeños, teniendo que desarrollarse.
Cuando la diferencia de tamaño entre los dientes y el hueso es más marcada, alguno de los incisivos tiende a posicionarse más hacia el exterior, en el límite de la encía. De esta forma, queda una banda de encía más fina y, o bien la corona del diente asoma por completo (viéndose el diente más grande que el resto), o bien se pierde algo de esta encía más fina, quedando parte de la raíz descubierta (recesión gingival propiamente).
Esta recesión puede ser de varios milímetros y la encía que queda suele estar inflamada. Salvo la inflamación, no puede decirse que exista una enfermedad y mucho menos grave, es simplemente la consecuencia de una encía fina por falta de espacio.
Únicamente cuando existe recesión y la encía se mantiene inflamada, sospechándose que pueda progresar la recesión, debemos actuar haciendo un injerto de encía. En los casos en los que la encía es fina y se ve un diente más largo que los de al lado, sin que exista recesión, conviene esperar a que el desarrollo mejore la situación, asegurándonos que la encía no esté inflamada. Esto se logra con la limpieza profesional y asegurando la higiene eficaz del niño.
El desconocimiento de que el desarrollo del niño mejoraba muchas de estas situaciones, hizo que en algunos países se realizasen más injertos de los estrictamente necesarios. Sucedió algo parecido en el pasado con la extirpación demasiado frecuente de las amígdalas en los niños. Cuánto nos congratulamos que la ciencia avance.
Adjuntamos dos casos típicos de malposición dentaria durante el desarrollo, con dientes de tamaños distintos, que no requirieron injerto de encía, sino paciencia y buena higiene (Fig. 1 y Fig. 2) y otro caso que si la necesitó (Fig. 3 y Fig. 4).
Fig. 1
Fig. 2
Fig. 3
Fig. 4