Cualquier estrategia de marketing puede ser perfectamente válida mientras respete la lealtad entre compañeros y la honestidad de su mensaje al público. Desviarse de la lealtad y honestidad puede dar lugar a malentendidos que dañan la imagen y la credibilidad del profesional y lo que es peor, traicionan la confianza de los pacientes y el profesional.
Se oye hablar cada vez más de implantes sin cirugía o de dientes el mismo día en que se ponen los implantes. Estos mensajes llegan a divulgarse con tanto empeño que calan entre el público como si se tratase de una alternativa rutinaria. Esta supuesta realidad, que en boca de algunos profesionales parece la norma, resulta ser, paradójicamente, la excepción.
Para empezar, toda inserción de un implante, en el interior de un hueso que se ha perforado, es un acto quirúrgico, se haga como se haga. En consecuencia, no existe el implante sin cirugía. Lo que sí es posible, en muchos casos, aunque no en todos, es poner el implante haciendo una incisión circular que no requiere puntos. Realmente puede ser muy sencillo, pero no deja de ser una cirugía.
También es posible, en muchos casos favorables, poner los implantes y los dientes el mismo día, pero esto no significa que sea el tratamiento rutinario, sobre todo en la parte superior.
Cualquier estrategia de marketing que induzca a pensar en implantes sin cirugía falta a la verdad, y poner los dientes el mismo día, como algo normal, puede crear un malentendido. Este malentendido haría pensar a la población que el dentista más cauto, que respeta las normas sin correr riesgos innecesarios, está menos actualizado y es menos capaz que el dentista que cuelga su reclamo publicitario destacando que no hace cirugía o que está especializado en poner los dientes el mismo día. En todo caso, lo especial sería el caso seleccionado, no la especialidad de ese dentista.
De manera que oído al parche, lo cual me recuerda que cuando personalmente vi el primer implante, en vivo y en directo, no lo vi dentro de una boca, sino al lado de una oreja. Increíble, pero cierto. Era un hombre joven, cuya dedicación remunerada consistía en viajar por el mundo, de universidad en universidad, mostrando el implante que llevaba insertado en un lugar tan exótico. Nos contaron que tiempo atrás un perro le arrancó la oreja de cuajo. El implante estaba puesto en el hueso prominente que tenemos detrás de la oreja y sobre éste se conectaba una prótesis de oreja casi perfecta. Su portador, rodeado de alumnos y profesores, se la ponía y se la quitaba haciendo sonar un “clic” que nos dejaba boquiabiertos.